Lo que está entre la vida y la muerte
Una historia que lamento contar
Siempre me
pregunté qué lidia entre la vida y la muerte. No qué Lidia. Es decir no Lidia
la amiga de mi vieja, sino que hay entre la vida y la muerte.
El otro día
estaba durmiendo. Eran las once de la mañana. Dormía y el bufido del celular me
despertó por unos segundos. No atendí porque no llegué. A los pocos segundos otra
vez el celular. Un mensaje. Lo leo. “Llamame. Es urgente”.
Ese día había
fallecido el papá de una gran amiga mía. Apenas supe la noticia me levanté de
la cama. Salí. En el camino me encontré con unos amigos y fuimos en tren hasta
Haedo. En el viaje la mala noticia se diluyó entre anécdotas graciosas. Un poco
nos habíamos olvidado del hecho.
Llegamos hasta
al hospital. Preguntábamos ventana por ventana dónde estaba el deceso. Nos
mandaban de acá para allá y en el medio ring los celulares y dónde estás y a
dónde te fuiste que falleció el papá de una amiga que no te la puedo creer que
después te llamo. Chau.
Hasta que por
fin dimos con mi amiga. Ella vino hacia nosotros eyectada por el dolor como
humo de una chimenea de tren. Lloraba, no podía más. Hablaba y entre medio de
las palabras aspiraba los mocos que se le iban cayendo. Lloraba en un llanto
húmedo que mojaba las palabras.
Y ahí lo supe.
Ahí pude entender realmente qué hay en el medio. Pude ver con claridad qué
había entre la vida y la muerte.
Algunos dicen
que entre la vida y la muerte está el limbo. Las religiones lo dicen. Al limbo
o purgatorio va tu alma a expiar culpas y ahí se queda hasta que alguna fuerza
divina defina si vas al cielo o al infierno.
También
escuché que entre la vida y la muerte ves tu vida pasar en menos de un segundo.
Te ves de pibe, te ves cuando anduviste en bici, te primera vez, tu primera
puta.
Para mí todo
eso era mentira. O no me lo creía. Mi amiga estaba entre la vida y la muerte.
Porque su papá estaba en la muerte: inerte, carente de gestos, sin risa.
Nosotros en la vida: parados, caminando, con fuerza y haciendo chistes.
Mi amiga, en
cambio, estaba entre la vida y la muerte. No estaba carente de gestos, se podía
ver su dolor, sufrimiento, desazón. Pero no estaba inerte, porque se movía aunque
sus pasos fueran débiles. Al mismo tiempo no tenía risa, pero podía caminar. Lo
único que no tenía era fuerza.
Y ella vino
hasta mí y me empapó de un tirón el hombro. Me pidió perdón y con su manga
trató de limpiarme. Yo le dije:
—Quedate
tranquila que es la única mancha, que en esta vida, me hace sentir que todavía
estás conmigo. Y es la única mancha que acepté recibir con total tristeza.
Al otro día volví
a mi casa un poco acongojado. Son esos hechos que nos rozan pero que aun así
nos duele tanto. Volví a mi casa y me puse a pensar. Y entendí una cosa: que a
mucha gente le cuesta volver a la vida, porque lo que pasa entre la vida y la
muerte es el recuerdo de lo más importante que hemos perdido y duele olvidarlo.
Y acá está el video:
Y acá está el video:
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